Por
David Rocha.[1]
El teatro de títeres debe considerarse una labor
conjunta entre autores, actores, directores, diseñadores, técnicos y
especialistas, en la que ha de mostrarse a los espectadores su positiva
posición ideológica, su evolución técnica y sus nuevos conceptos artísticos.
René
Fernández Santana
Visualizar la
colectividad que requiere el teatro de figuras es pensar los 37 años de trabajo
artístico ininterrumpido del Teatro de Títeres Guachipilín. Construir, hilvanar,
teorizar, organizar archivos y signos, posibilitar la magia de la ficción,
aperturar diálogos con los espectadores, crear puestas en escena
interdisciplinarias, de laboratorio, construir un espacio para la
profesionalización de artistas son partes fundamentales de lo que ha
desarrollado la agrupación. Desde lo estético la troupe titiritera se ha
planteado pensar el teatro como un conjunto de apuestas, de ideas, de
intersecciones que se construyen en colectivo.
Mantenerse en la
escena teatral nicaragüense por más de 30 años no ha sido una tarea fácil,
mucho menos una labor hecha en solitario. Gonzalo Cuellar y Zoa Meza han sido
las dos personas fundamentales en esta agrupación. Desde sus voces como
creadores se ha ido construyendo un camino que irrumpió en el heterogéneo
panorama cultural de la Nicaragua de los años 80; juntos transitaron por la
turbulencia de la década de los 90 y juntos siguen en pie hasta hoy al frente
de una agrupación que es punto de ruptura, punto climático y espacio de
referencia obligatoria de la historia del teatro nicaragüense, de los discursos
del teatro infantil y de títeres del país y, también, grupo de obligatoria cita
cuando se habla de los títeres en Centroamérica.
Sin embargo, este trayecto no ha sido una labor solitaria. Por la agrupación han transitado distintos artistas por estos 37 años. Profesionales del teatro, de la danza, de la música, de la escritura, de las artes plásticas, nicaragüenses y extranjeros han dejado en Guachipilín disimiles huellas que enriquecen el trabajo de la agrupación.
Foto: Archivo Guachipilín. De izquierda a derecha: Zoa Meza, Gonzalo Cuellar, Diana Brooks y Roberto Barberena.
Puede que al
hacer uso de la memoria algunos nombres se escapen. Sin embargo, es importante reconocer
ese trabajo colectivo que ha dignificado y llevado a otro nivel la profesión
del titiritero en nuestro país. Actores y actrices como Diana Brooks, Roberto
Barberena, David Sánchez, Marcos García, Herold Osorio, Mario Delgadillo, Dania
Fitoria, Luis Latino, Pina González, Juan Espinoza (Bolivia), Carlos
Berroteran, Augusto Carrazana (Cuba), César Paz, Tina
Noguera, Waldo Sotolongo (Cuba), Naghim Vasquez, Rene Moya, Carlos Daniel Hernández, Dorling Loéz Karol Solórzano, Aura Artola, Nabucodonosor Morales, Kenya Martínez, Tamara Cuellar, David Rocha.
Foto: Archivo Guachipilín. De izquierda a derecha: Zoa Meza, Kenya Martínez y Aura Artola.
Artistas plásticos
y diseñadores escénicos como Gunila Unnes, Mika Seeger, Sergio Velásquez,
Orlando Rivero (Cuba), Juan José Robles, Donaldo Aguirre, Nayra Cuellar, Otto
Castillo, Rafael Triana (Cuba), Tito Chamorro, Armando Mejía. Músicos como
Álvaro Montenegro (Bolivia), Pepe Rada (Bolivia), Mario Montenegro, Diego
Aguirre, Augusto Silva, Alfredito Quintero, Fabio Buitrago Vannini, María
Soledad Lorio, Carlos Luis Mejía Rodríguez, Camilo Cuellar, Richard Loza,
Carlos Soza, Osman Delgado, Zamir Ortega, Gerson Vásquez, William Mackson, Alejandro
Mejía, Clara Grun. Bandas como Igni Tawanka, Tepehuani, Areito Fusion Band.
Coreógrafos y bailarines como Bismarck Cubillo, Vicky Borges, Juan Luis Palomo,
Gloria Bacon, Ariel Ordeñana, Guillermo Márquez, Roberto Picado, Ligia Luna, Patricia
López, Ricardo Carlson. Teatristas como Pepe Prego, Pedro Galarza y Franz
Galich. Directores invitados como Mario Guerrero (Cuba) y luminotécnicos como
Aurora Hernández.
Foto: Archivo Guachipilín. De izquierda a derecha: David Rocha, Zoa Meza, Gonzalo Cuellar, Tamara Cuellar y Camilo Cuellar.
Cada artista con
su estética y con su visión del mundo ha aportado a la construcción de más de
cincuenta espectáculos a lo largo de estos años. Puestas en escena que se han
ido renovando y reinventando para dialogar con el público infantil y juvenil. A
partir de una labor conjunta hemos intersectado distintas disciplinas que tienen
al títere como elemento unificador, como espacio de cohesión e intersección de
saberes. Y esto provoca que la colectividad se complete con el público, con
esos ojos que creen y terminan de darle vida a los objetos animados en el
escenario. Por esta complementariedad varias generaciones de nicaragüenses ven
en el Guachipilín una imagen de la infancia que se relaciona con el mundo de
los recuerdos afectivos, de los recuerdos que se quedan en el corazón. Personas
que hoy al presenciar espectáculos estimulan sus memorias y exclaman: “nosotros
crecimos con Guachipilín”.
Foto: Archivo Guachipilín.
[1]
Titiritero, actor, narrador oral
escénico, crítico teatral e investigador cultural.Cuenta con una Maestría
en Estudios Culturales por el IHNCA/UCA (2016) y una Licenciatura en Arte
Teatral con especialidad en Teatrología por el Instituto Superior de Arte de La
Habana, Cuba (2013). Egresado de la Escuela de actuación del Teatro de Títeres
Guachipilín (2008). Desde hace 12 años forma parte de dicha agrupación, también
pertenece al grupo Extra Teatro Proyecto Interdisciplinario.
Ustedes han hecho un trabajo de hormiga brillante a lo largo de los años, nutriéndose de los mejores elementos de la creación y el arte multidisciplinario nacional. Al final, lo que ustedes han hecho es historia, en el sentido más enciclopédico del término pero sin perder las raíces populares.
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