martes, 27 de marzo de 2018

Guachipilín 37 años entre artistas y espectadores


Por David Rocha.[1]
El teatro de títeres debe considerarse una labor conjunta entre autores, actores, directores, diseñadores, técnicos y especialistas, en la que ha de mostrarse a los espectadores su positiva posición ideológica, su evolución técnica y sus nuevos conceptos artísticos.
René Fernández Santana


Visualizar la colectividad que requiere el teatro de figuras es pensar los 37 años de trabajo artístico ininterrumpido del Teatro de Títeres Guachipilín. Construir, hilvanar, teorizar, organizar archivos y signos, posibilitar la magia de la ficción, aperturar diálogos con los espectadores, crear puestas en escena interdisciplinarias, de laboratorio, construir un espacio para la profesionalización de artistas son partes fundamentales de lo que ha desarrollado la agrupación. Desde lo estético la troupe titiritera se ha planteado pensar el teatro como un conjunto de apuestas, de ideas, de intersecciones que se construyen en colectivo.

Mantenerse en la escena teatral nicaragüense por más de 30 años no ha sido una tarea fácil, mucho menos una labor hecha en solitario. Gonzalo Cuellar y Zoa Meza han sido las dos personas fundamentales en esta agrupación. Desde sus voces como creadores se ha ido construyendo un camino que irrumpió en el heterogéneo panorama cultural de la Nicaragua de los años 80; juntos transitaron por la turbulencia de la década de los 90 y juntos siguen en pie hasta hoy al frente de una agrupación que es punto de ruptura, punto climático y espacio de referencia obligatoria de la historia del teatro nicaragüense, de los discursos del teatro infantil y de títeres del país y, también, grupo de obligatoria cita cuando se habla de los títeres en Centroamérica.

Sin embargo, este trayecto no ha sido una labor solitaria. Por la agrupación han transitado distintos artistas por estos 37 años. Profesionales del teatro, de la danza, de la música, de la escritura, de las artes plásticas, nicaragüenses y extranjeros han dejado en Guachipilín disimiles huellas que enriquecen el trabajo de la agrupación.


Foto: Archivo Guachipilín. De izquierda a derecha: Zoa Meza, Gonzalo Cuellar, Diana Brooks y Roberto Barberena.

Puede que al hacer uso de la memoria algunos nombres se escapen. Sin embargo, es importante reconocer ese trabajo colectivo que ha dignificado y llevado a otro nivel la profesión del titiritero en nuestro país. Actores y actrices como Diana Brooks, Roberto Barberena, David Sánchez, Marcos García, Herold Osorio, Mario Delgadillo, Dania Fitoria, Luis Latino, Pina González, Juan Espinoza (Bolivia), Carlos Berroteran,  Augusto Carrazana (Cuba), César Paz, Tina Noguera, Waldo Sotolongo (Cuba), Naghim Vasquez, Rene Moya, Carlos Daniel Hernández, Dorling Loéz Karol Solórzano, Aura Artola, Nabucodonosor Morales, Kenya Martínez, Tamara Cuellar, David Rocha.


Foto: Archivo Guachipilín. De izquierda a derecha: Zoa Meza, Kenya Martínez y Aura Artola.

Artistas plásticos y diseñadores escénicos como Gunila Unnes, Mika Seeger, Sergio Velásquez, Orlando Rivero (Cuba), Juan José Robles, Donaldo Aguirre, Nayra Cuellar, Otto Castillo, Rafael Triana (Cuba), Tito Chamorro, Armando Mejía. Músicos como Álvaro Montenegro (Bolivia), Pepe Rada (Bolivia), Mario Montenegro, Diego Aguirre, Augusto Silva, Alfredito Quintero, Fabio Buitrago Vannini, María Soledad Lorio, Carlos Luis Mejía Rodríguez, Camilo Cuellar, Richard Loza, Carlos Soza, Osman Delgado, Zamir Ortega, Gerson Vásquez, William Mackson, Alejandro Mejía, Clara Grun. Bandas como Igni Tawanka, Tepehuani, Areito Fusion Band. Coreógrafos y bailarines como Bismarck Cubillo, Vicky Borges, Juan Luis Palomo, Gloria Bacon, Ariel Ordeñana, Guillermo Márquez, Roberto Picado, Ligia Luna, Patricia López, Ricardo Carlson. Teatristas como Pepe Prego, Pedro Galarza y Franz Galich. Directores invitados como Mario Guerrero (Cuba) y luminotécnicos como Aurora Hernández.


Foto: Archivo Guachipilín. De izquierda a derecha: David Rocha, Zoa Meza, Gonzalo Cuellar, Tamara Cuellar y Camilo Cuellar.

Cada artista con su estética y con su visión del mundo ha aportado a la construcción de más de cincuenta espectáculos a lo largo de estos años. Puestas en escena que se han ido renovando y reinventando para dialogar con el público infantil y juvenil. A partir de una labor conjunta hemos intersectado distintas disciplinas que tienen al títere como elemento unificador, como espacio de cohesión e intersección de saberes. Y esto provoca que la colectividad se complete con el público, con esos ojos que creen y terminan de darle vida a los objetos animados en el escenario. Por esta complementariedad varias generaciones de nicaragüenses ven en el Guachipilín una imagen de la infancia que se relaciona con el mundo de los recuerdos afectivos, de los recuerdos que se quedan en el corazón. Personas que hoy al presenciar espectáculos estimulan sus memorias y exclaman: “nosotros crecimos con Guachipilín”.


Foto: Archivo Guachipilín. 



[1] Titiritero, actor, narrador oral escénico, crítico teatral e investigador cultural.Cuenta con una Maestría en Estudios Culturales por el IHNCA/UCA (2016) y una Licenciatura en Arte Teatral con especialidad en Teatrología por el Instituto Superior de Arte de La Habana, Cuba (2013). Egresado de la Escuela de actuación del Teatro de Títeres Guachipilín (2008). Desde hace 12 años forma parte de dicha agrupación, también pertenece al grupo Extra Teatro Proyecto Interdisciplinario.

sábado, 17 de febrero de 2018

Mario Guerrero en la memoria del Guachipilín

Por David Rocha



  Foto: Archivo Guachipilín.

Pensar en la muerte de los amigos es algo difícil, pensar en esas personas que ya no estarán físicamente, seres humanos que ocuparon espacios importantes en nuestras vidas, que compartieron trazos del camino, de los sueños, de la profesión, pensarlos más allá de la vida es difícil. El director de teatro de títeres cubano Mario Guerrero nos ha abandonado físicamente. Al enterarnos de la triste noticia emanan los recuerdos que construyeron lazos afectivos que perduran en el tiempo.

Gonzalo Cuellar sentado frente a mí empieza a recordar. Era 1987 cuando nuestra agrupación hizo una gira por Cuba. Guachipilín llegó a la sede del Guiñol de Camagüey. Ahí Gonzalo y Zoa Meza conocieron a Mario, de inmediato se hicieron amigos, pues coincidieron en la visión de ruptura, de experimentar, de romperse esquemas desde el escenario titeril. Un año más tarde el grupo fue invitado al festival de teatro para infancia y juventud "Para un príncipe enano..", realizado en la ciudad de Cienfuegos. Aquel festival resultaría un momento decisivo para el teatro de títeres cubano y para el nicaragüense. En aquella época los creadores debatían sobre el devenir del teatro de figuras en la isla, sus aciertos y desaciertos y cómo proyectarse hacia el futuro. Para nosotros fue un giro vital, pues Mario aceptó la invitación de Gonzalo para dirigir en conjunto una de las puestas en escena más importantes en la historia de nuestra agrupación: El Güegüense. Dirección conjunta que fue posible gracias al convenio cultural bilateral entre los gobiernos de Cuba y Nicaragua.

Cinco meses de trabajo intenso dieron como resultado un espectáculo que se convirtió en un proyecto experimental y en la tercera puesta en escena en la historia del teatro nicaragüense que se asumía desde una agrupación. La primera fue en 1978 dirigida por Alberto Ycaza, la segunda en 1981 adaptada por Julio Valle Castillo ambas interpretadas por el Teatro de Investigación de Niquinohomo y el 30 de marzo de 1989 se llevaría por primera vez al lenguaje del teatro de títeres. Gonzalo fungió como director general y junto a Mario Guerrero vino también Orlando Rivero que se encargó del diseño de los muñecos. Otros creadores claves que Cuellar escogió para el montaje fueron Pepe Prego en la dramaturgia, Gloria Bacon en las coreografías junto a los bailarines Guillermo Márquez y Ariel Ordeñana, Juan José Robles en la escenografía y Álvaro Montenegro con el grupo Tepehuani en la música. Sumado a estos estaba el elenco del grupo en aquella época: Zoa Meza, Juan Espinoza, Marcos García, Roberto Barberena, Ramón Monterrey y Dania Fitoria.

Foto: Archivo Guachipilín.

La plástica cubista para los muñecos, la danza moderna como medio expresivo sustancial para el cuerpo, la dramaturgia adaptada al títere a partir de la síntesis del lenguaje,  la concepción escénica, la introducción de la fábula ya conocida por todos dentro de una macro estructura y la vinculación de diversos artistas especializados logran vertebrar un espectáculo que, sin dejar a un lado la herencia cultural que encierra esta obra, logra dialogar de una manera fresca con el espectador joven. Guachipilín lograba la simbiosis entre tradición y modernidad.

Con esta puesta en escena quedan estrechados lazos entrañables con Mario Guerrero. Disciplina, experimentación, osadía y diálogo pudieran ser apenas algunas enseñanzas del maestro cubano. Hoy la agrupación sigue manteniendo la puesta en escena en otro formato. Y ahí sigue viva la impronta de Mario, siguen vivas sus ideas, su mirada inquieta, sus enseñanzas, sus afectos. A donde quiera que esté vayan siempre para él nuestros aplausos. 


Foto: Archivo Guachipilín. Obra: El Güegüense (1989). Elenco de la obra, aparecen de izquierda a derecha: Orlando Rivero (Cuba, diseñador de muñecos), Juan José Robles (diseñador de escenografía), Gonzalo Cuellar (Director General y Actor titiritero), Juan Espinoza (Actor titiritero), Roberto Barberena (Actor titiritero), Zoa Meza (Actriz titiritera), Marcos García (Actor titiritero), Dania Fitoria (Actriz titiritera), Gloria Bacon (Coreógrafa y bailarina), Ariel Ordeñana (Bailarín) y Mario Guerrero (Cuba, Director Artístico).