viernes, 14 de julio de 2023

 



Después de un breve receso dejamos ahora nuevos cuentos de noveles escritores que participan en los talleres de Narración oral escénica del instituto Tecnológico y arte José Coronel Urtecho, en donde estamos impartiendo este curso tan interesante para jóvenes y adultos.

Este 25 de Julio estará dándose inicio al segundo curso, aquí tejamos el numero de teléfono por si quieres mas información: 22513386 y 22513620


Anécdota: según Wikipedia.

 Una anécdota (del griego antiguo νέκδοτον, anékdoton, no publicado) es la breve exposición de incidentes curiosos, interesantes o entretenidos.1 Por lo general humorísticas, las anécdotas no son chistes, pues su principal propósito tiene un trasfondo moralizante, lo que podría acercarla más a la parábola que a la fábula. Tampoco es una metáfora ni tiene una moraleja.2.

 


 


Justina

Todo comenzó en el año  2000, en el mes de  agosto, donde mis  papas Humberto Zelaya y Karla Rodríguez se casaron, paso mucho tiempo para que yo naciera, el año siguiente en mayo de  2001 mi mama se fue al hospital y le dijeron que tenía 2 meses de embarazo siendo la primera  hija de ellos, como no me dejaba ver en los ultrasonidos de ultrasonidos, no supieron de mi sexo hasta que nací, el doctor le dijo a mi mama que iba a nacer el 11 de noviembre.

Cuando era el 3 de noviembre a mi mama le había dado dolor y se fue con mi papa al hospital, al llegar la revisaron y le dijo el doctor que ya iba a nacer, como el hospital quedaba por la rotonda el Güegüense y vivimos en carretera norte, el doctor le dijo que se quedara  en el hospital por que en cualquier momento nacía, el 4 de noviembre era el cumpleaños de mi mama y ella  le dijo al doctor que si le podía hacer una cesaria para que naciera ese  día, para cumplir años el mismo  día, inmediatamente el doctor le dijo que no, que eso no se podía hacer, sino en casos de emergencia, terminando de hablar el doctor con esta frase: deje que la naturaleza haga su trabajo.

Paso el lunes 5 y el martes 6 a las 11:30 am nací, al momento de nacer mi mamá se desmayó y paso un gran rato desmayada, todos creían lo peor, pero se despertó y estaba bien, luego llego mi papá preguntando por mí, entonces la enfermera  pregunto por el nombre de la niña y el de mi mamá y se fue a verificar, luego regreso y le dijo: si, ya nació su hija, mi  papá estaba sorprendido por que creyó era niño, pero cuando le dijeron que era niña quedo impresionado.

Al momento de elegir como llamarme, decidieron ponerme los nombres de mis dos abuelas, Justina ‘por la mamá  de mi papá y Miriam por la mamá de mi mamá, quien ya falleció, me gustan mis nombres por que los considero únicos ya que nunca he conocido o he estudiado con una Justina, solo una niña conozco llamada Miriam, pero nunca estudie en el mismo colegio o aula de clase con otra Miriam, así que me considero única, cuando se refieren a mi nombre ya se sabe quién soy.

 

Todo comenzó en el año  2000, en el mes de  agosto, donde mis  papas Humberto Zelaya y Karla Rodríguez se casaron, paso mucho tiempo para que yo naciera, el año siguiente en mayo de  2001 mi mama se fue al hospital y le dijeron que tenía 2 meses de embarazo siendo la primera  hija de ellos, como no me dejaba ver en los ultrasonidos de ultrasonidos, no supieron de mi sexo hasta que nací, el doctor le dijo a mi mama que iba a nacer el 11 de noviembre.

Cuando era el 3 de noviembre a mi mama le había dado dolor y se fue con mi papa al hospital, al llegar la revisaron y le dijo el doctor que ya iba a nacer, como el hospital quedaba por la rotonda el Güegüense y vivimos en carretera norte, el doctor le dijo que se quedara  en el hospital por que en cualquier momento nacía, el 4 de noviembre era el cumpleaños de mi mama y ella  le dijo al doctor que si le podía hacer una cesaria para que naciera ese  día, para cumplir años el mismo  día, inmediatamente el doctor le dijo que no, que eso no se podía hacer, sino en casos de emergencia, terminando de hablar el doctor con esta frase: deje que la naturaleza haga su trabajo.

Paso el lunes 5 y el martes 6 a las 11:30 am nací, al momento de nacer mi mamá se desmayó y paso un gran rato desmayada, todos creían lo peor, pero se despertó y estaba bien, luego llego mi papá preguntando por mí, entonces la enfermera  pregunto por el nombre de la niña y el de mi mamá y se fue a verificar, luego regreso y le dijo: si, ya nació su hija, mi  papá estaba sorprendido por que creyó era niño, pero cuando le dijeron que era niña quedo impresionado.

Al momento de elegir como llamarme, decidieron ponerme los nombres de mis dos abuelas, Justina ‘por la mamá  de mi papá y Miriam por la mamá de mi mamá, quien ya falleció, me gustan mis nombres por que los considero únicos ya que nunca he conocido o he estudiado con una Justina, solo una niña conozco llamada Miriam, pero nunca estudie en el mismo colegio o aula de clase con otra Miriam, así que me considero única, cuando se refieren a mi nombre ya se sabe quién soy.

 






Tulipán 

 

Yo siempre he considerado que la importancia del nombre de alguien consiste en su significado, pero, más importante, que uno mismo también puede forjarle significado y aún más; importancia. 

Hace veintisiete años cuando tenía aproximadamente un mes de nacida, mi madre le hace petición a mi padre de que se dirija a la alcaldía para realizar mi inscripción como nueva ciudadana del país y que él tiene toda la libertad de elegir mis dos nombres. 

Mi padre pensando con que nombres inscribirme, le viene a su pensamiento una novela de origen brasileño que mi abuela, su madre, mira todos los días en la televisión con esmero y emoción; su personaje favorito es una niña cuyo nombre real en la novela es María Carolina, pero, conoce a un viejito que la nombra "Laleska" ya que le recuerda a su nieta fallecida que así se llamaba. 

A mi padre le encantó el nombre de Laleska y decidió que ese sería mi primer nombre. Mi segundo nombre es en honor a su hermana mayor, la cual él admira mucho por ser alguien muy esforzada. 

Mis padres siempre me han contado cómo fue que ellos decidieron mis nombres. Hubo un tiempo en el cual considere que el significado de ellos radicaba en la personalidad de las personas de quien era originalmente, Laleska por el personaje de María Carolina, y Argentina por mi tía, hasta que un día, mis maestros de universidad me comentaron que mi primer nombre puede tener origen ruso o alemán, yo empecé a investigar en Internet en donde encontré que Laleska en ruso significa princesa y en alemán significa muñeca, busque traducir las palabras princesa y muñeca a los respectivos idiomas pero no coincidía, de repente me aparece la opción traducir del búlgaro, en eso me doy cuenta que si traduzco tulipán al búlgaro es лале (lale), como algunos de mis amigos suelen llamarme de vez en cuando aunque yo siempre prefiero que me llamen Laleska. 






                                                                          Felix

Mi nombre es mi nombre. Sé que suena redundante, pero debo recalcarlo, porque no siempre fue mi mío o al menos, nunca debió serlo.

Dicen que uno no escoge su nombre, que el nombre lo escoge a uno. Que cuando tus padres miran tu rostro de bebé, saben precisamente cara de qué tenes. A mi parecer, no logro entender cómo viendo la cara de un recién nacido podes verle cara de algo más que un recién nacido, pero el dicho se mantiene.

Dicho eso, mi experiencia no podría ser más diferente.
Desde incluso antes que yo naciera, mi mamá ya había idealizado todo lo que iba a hacer con su niño, creo que, si me descuidaba, iba a imaginar hasta lo que iba a hacer de grande. Según me cuenta, y lo digo así porque ni en broma lo recordaría, me hablaba mientras estaba en su vientre.

No sé qué conversaciones amenas tuvimos, si tuvimos discusiones filosóficas o si chismeábamos, pero sé que le brindaba confort a mi mamá hablarle a su pequeño Marcelo.
Marcelo…Marcelo…el pequeño Marcelo…Pero…No me llamo Marcelo, aunque fue mi primer nombre.

Desde incluso antes que yo naciera, mi papá había idealizado todo lo que iba a hacer con su niño. No lo aparentaba, pero estaba realmente emocionado de que iba a tener un muchacho. Por alguna razón, siempre pensaba en lo peor, creo que, si me descuidaba, iba a imaginar hasta mi muerte.

Aún así, ambos perseveran. Los meses pasan y mi mamá estaba más que lista para darme a luz, probablemente más lista que yo. No la culpo, pues según me cuenta, era peor que un parásito de aquellos que le dan retorcijones a uno cada cinco segundos. Pateaba y pateaba, lo hacía tanto que pensó que sería futbolista. Se desmayaba frecuentemente y, en general, sólo me quería afuera lo más pronto posible. Según me dice, jodía más en su vientre que cuando salí.

Los cálculos de cuántos meses tenía cuando salí varían según a quién le preguntes. Yo ni de chiste me acordaría, mi papá dice que fue a los ocho meses, mi mamá a los 7. El punto es, el pequeño Marcelo estaba por ser recibido al mundo.

Luego de dar a luz, mientras mi mamá se recuperaba y yo era revisado, mi papá quedó como encargado de la inscripción de su chavalo. Al llegar de nuevo con mi madre, ella con ansiedad le preguntó sobre el proceso, que si todo había salido bien la inscripción de Marcelito.
Excepto que, cuando mi papá llegó, ya no era Marcelito, sino Félix. En este momento que debo resaltar el nombre de mi padre, Félix Antonio. Al responderle a mi mamá cómo había salido el proceso, sólo le dijo “le puse mi nombre”.

Mi mamá hervía, creo que, sino hubiese sido por la incapacidad causada por el parto, probablemente lo habría ahorcado.
Dicho eso, es en este momento que debo resaltar que mí nombre es Félix Alejandro. Mi papá intentó muchas combinaciones de nombres, originalmente siendo Félix Alexander, pero quitando el Alexander pues, por los prejuicios de mi papá, lo asociaba con una persona homosexual que había conocido y decidió cambiarlo, no es mucha la diferencia, pero para él cambia absolutamente todo…Eran tiempos distintos.

Mi nombre, que no sólo es mi nombre sino el suyo, también es el nombre de su abuelo. Es decir, mi nombre es el nombre de un hombre que no conocí, pero también el de un hombre que ha estado a mi lado toda mi vida, en las buenas y en las malas.

De pequeño, no estaba seguro si me gustaba mí nombre, por un lado, sentía pesar por las ilusiones de mi madre siendo destrozadas, pero, por otro lado, no me gustaba llevar el nombre de otra persona. Ni siquiera estaba seguro si me gustaba la combinación.

Según mi hermana, suena como el nombre de un príncipe, pero para mí, sonaba feo. No ayudaba tampoco que, al rimar con “feliz”, la gente siempre me diga así. No los culpo, pues de ahí viene su significado, pero es algo que con el tiempo llegó a hacerse molesto. Por un tiempo, incluso me llamaba a mí mismo Marcelo, para hacer feliz a mi mamá.

Hoy en día, atesoro más mi nombre, pues también es el nombre de una de las personas que más admiro y quiero en esta vida. Así mismo, una persona feliz es quién anhelo ser en esta vida, compartiendo y contagiando esa felicidad con otros, pudiendo vivir por mi nombre.
Así fue, entonces, que Marcelo dejó de ser mí nombre y, a cambio, Félix empezó a ha serlo y mi nombre se hizo mi nombre.





                                  Mi nombre helénico

Soy la primera hija del matrimonio de don Félix Orozco y doña Ivania Mclean.

Si mis matemáticas no me fallan, fui concebida a mediados del año 2000,
porque nací a inicios del 2001.

Mi mamá no se dio cuenta que yo venía en camino hasta su quinto mes de
embarazo, cuando sus malestares estomacales no se fueron con las pastillas
desparasitantes auto recetadas. ¡Sorpresa! ¡No era un parásito, era una
bebé!

Instantáneamente, tanto mi papá como mi mamá buscaron nombres
adecuados para la primogénita que no esperaban, pero que sería bien
recibida.


Los doctores no estaban seguros si se trataban de gemelas, así que mi
mamá había escogido los nombres de Ivana e Ivanka en caso de que así se
tratase.

Hoy agradezco de posiblemente haberme tragado a mi presunta
gemela porque así me ahorré el bochorno de haber sido bautizada con uno
de esos nombres.


Por otro lado, mi papá había elegido el nombre de María Amalia… ¿o era
María Amanda? Ni él ni mi madre se acuerdan con exactitud sobre el nombre
que en un momento les había gustado a los dos. Pero ¡no importa! Al fin y al
cabo, cuando mi mamá se dio cuenta que ese mismo era el nombre de una
ex novia de su marido, por obvias razones desistieron de llamarme así
después de un buen pleito marital.


Sin embargo, mi mamá aun no olvidaba a aquella niña que conoció unos
años antes cuando trabajaba en una escuela. Una niña que la cautivó con su
ternura y con su nombre; Grecia.

Al ver que ningún otro nombre le satisfacía
tanto como este, no se resistió más y optó por bautizarme como Grecia
María. El segundo nombre se debe a su catolicismo y devoción a la Madre de
Dios.
Así pues, mi madre se dejó llevar por su instinto, aquello que le decía que su
hija tenía que llevar ese nombre que se le hizo elegante, simple y único.
En mi caso, me tomó años apreciar mi nombre. Nunca le vi nada en especial,
tal vez porque la mayoría del tiempo me llaman Gre, o tal vez porque siempre
pensé que “Grecia” y “grasa” sonaban igual de mantecosos. Incluso, el que
me llamaran “Italia” o ”Francia” como si fuera divertido, quizá tenga algo que
ver con mi poca apreciación a mi nombre.

Recuerdo haber visto una película mexicana, de esas películas antiquísimas que el Canal 10 insiste que son estrenos. La protagonista se llamaba Grecia, una mujer misteriosa que tenía una conexión casi mística con el mar. Siempre estaba atenta de las veces que el Canal 10 pasaba esa película que me llenaba de emoción solo por tener, por primera vez, una tocaya.

Y en el colegio, incluso cuando mis compañeros se reían cuando nos enseñaban de la Antigua Grecia, yo no podía evitar emocionarme cuando escuchaba mi nombre estar relacionado con una increíble cultura.

No se sabe con exactitud qué quiere decir Grecia, pues su nombre proviene del latín Graecia, que no tiene otro significado más que “la tierra de los griegos” y los mismos griegos llaman su país de una forma completamente diferente; Hellás. 

Lo que yo sí sé, es que llevo un nombre altamente ligado a las poesías darianas que tanto disfruto, a las grandes filosofías e inventos revolucionarios, a las pinturas inspiradas en una cultura llena de héroes y dioses fantásticos y a diferentes descubrimientos científicos que nos han ayudado como sociedad.

Es por eso que ahora agradezco a mi madre por haberme dado un nombre helénico.